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Escuela para madres y padres. Escuela para todxs.

Sobre las múltiples, diversas, plurales AdolescenciaS. Sobre impensables y condiciones de educabilidad, un extenso pero muy interesante artículo, que si bien tiene ya un par de años, sirve para reflexionar sobre cuestiones muy vigentes.

Antecedentes
Otros artículos, anteriores sobre la misma temática:

http://www.pagina12.com.ar/1999/99-09/99-09-01/pag17.htm
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3240-2007-03-16.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/3240-340-2007-03-16.html

ARCHIVO > 169 ¿Qué quiere la clase media? > Maternidad, paternidad y embarazo en la escuela
Edición Nro 169 - Julio de 2013


SUPLEMENTO UNIPE

Maternidad, paternidad y embarazo en la escuela

Por Paula Fainsod

nas décadas atrás, los embarazos, las maternidades y las paternidades en la adolescencia eran impensados como parte de la vida cotidiana en las escuelas. Las conquistas normativas, la presencia de políticas públicas, la lucha de los movimientos sociales, las transformaciones culturales, sociales e institucionales aportaron elementos para la concreción del derecho a la educación de todos y todas. Sin embargo, al revisar las experiencias de las y los adolescentes que atraviesan estas situaciones y su vínculo con la escolaridad se evidencia lo que queda por recorrer hacia una mayor igualdad y justicia.
Según Population Action International –una organización no gubernamental internacional cuya misión es mejorar las políticas y programas de salud reproductiva (1)–, la educación secundaria de las mujeres está estrechamente ligada a la conyugalidad y a las tasas de natalidad en la adolescencia. Así, se presenta una relación inversamente proporcional entre la tasa de matrícula escolar secundaria de las adolescentes y las tasas de natalidad en ese grupo. En tal sentido, datos del Censo Nacional del 2001 señalan que el 80% de las adolescentes y jóvenes que no tuvieron hijos asisten a un establecimiento educativo, mientras que entre las madres (2) dicha proporción es del 25%. Por otra parte, la proporción de madres entre las adolescentes con baja educación (primaria completa o menos) al menos triplica a la proporción de madres entre las adolescentes con mayor educación (secundaria incompleta y más). Pero la relación no es lineal: la información censal muestra que la proporción de madres disminuye del 26% entre las que no tienen instrucción al 20% entre aquellas con primaria incompleta, pero aumenta al 35% entre las que completaron la primaria, para disminuir significativamente al 7% entre las que alcanzaron un mayor nivel educativo.
Los datos comienzan también a expresar la multiplicidad de trayectorias escolares que se producen a partir de estos fenómenos. Hay adolescentes y jóvenes que ya se encuentran afuera de la escuela media antes de sus primeros embarazos y nacimientos; algunos y algunas dejan la escolaridad a partir de estos procesos; otros y otras vuelven a estudiar. Una encuesta del Centro Latinoamericano de Salud y Mujer realizada entre adolescentes madres que concurrieron a hospitales públicos porteños en 2007 confirma que el 52% de ellas ya se encontraba afuera de la escuela al momento del embarazo (lo cual expone las desigualdades sociales, económicas y culturales que se anteponen). De las que estaban concurriendo a la escuela, el 58% abandonó a partir de ese momento.
La visibilización en los modos de devenir embarazada, madre o padre en la adolescencia y su vínculo con la escolarización exige una búsqueda de análisis e intervenciones institucionales tendientes a romper con las argumentaciones deterministas y estigmatizantes. Esta operación permite desencializar y desnaturalizar aquellas argumentaciones, en tanto coloca el foco en las condiciones socio-históricas de producción de las experiencias. Por otro lado, favorece el reconocimiento de las fragilizaciones, los sufrimientos y las resistencias que impiden capturar estas experiencias en una definición cerrada y única. Al acercarse a las voces de las protagonistas se visualizan los diversos condicionantes que se conjugan en las formas que adquieren las experiencias diferenciales y desiguales.


Construcciones

Actualmente mantiene su hegemonía el discurso que presenta a estos procesos como naturales. Insiste en interpretaciones unicausales, individuales o familiares y racionalistas para explicar estos fenómenos y las formas que adquieren. Además, recurre a indicadores que enfatizan la deficiencia: se mencionan causas como “baja autoestima”, “familias desestructuradas” y, en los últimos años, ganan terreno las argumentaciones conservadoras que colocan en los planes sociales el motor de los embarazos, las maternidades y paternidades en estas edades.
El feminismo hace varios años advierte que lo personal es político. Sin desconocer las singularidades que se presentan en estos fenómenos, y retomando los aportes de los trabajos de corte crítico, entiendo a estas experiencias como construcciones socio-históricas anudadas a relaciones sociales, es decir, a relaciones de poder.
Estas experiencias hablan mayormente de situaciones en las que hubo poco lugar para decisiones autónomas. Las desigualdades y fragilizaciones se expresan en las formas en que se llega al embarazo, en los modos de tramitar la noticia y en cómo se toma la decisión de continuar con la gestación. Entre las dimensiones que se anudan a la efectivización de los embarazos, se expresan los modos de concebir los cuerpos, la temporalidad y los vínculos, el grado de autonomía en la toma de decisiones, las relaciones desiguales de sexo-género, las desprotecciones del Estado y de las instituciones en el acceso a métodos anticonceptivos, a educación sexual y a medios para interrumpir embarazos o para dar en adopción.
Asimismo, la vida a partir de estos acontecimientos no resulta fácil. Pero aun en condiciones hostiles, en la agudización de vulnerabilizaciones previas y el surgimiento de otras nuevas se generan sentidos, prácticas y estrategias que desafían los pronósticos de un único destino. Según los relatos de los y las adolescentes y jóvenes, pasado el momento de la noticia signado por la sorpresa, el temor y/o la resignación, cuando los embarazos continúan se producen diversas experiencias sociales y escolares que ponen de manifiesto el valor diferencial que adquieren las tramas sociales e institucionales (3).

Trayectorias múltiples

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que toma la edad cronológica como parámetro, los embarazos, las maternidades y las paternidades adolescentes incluirían a quienes atraviesan estos procesos entre los 10 y los 20 años. Esta definición presupone a la edad como un rasgo constitutivo del grupo y que le otorga homogeneidad. Sin embargo, al adentrarse en las distinciones de clase, de sexo-género, de etnia, de edad, de región geográfica, de estado civil –entre otras– se dibujan los quiebres que ponen en tensión esa perspectiva.
La construcción de abordajes conceptuales e institucionales más cercanos a las diferentes caras que toman estos procesos demanda efectuar algunas distinciones. Desconocer sus particularizaciones no constituye “olvidos” de discursos totalizantes. La reiterada totalización se presenta como resultado de posicionamientos teóricos e ideológicos que, al des-historizar lo social, no solo omiten las distinciones materiales y subjetivas entre estas categorías sino que “dejan en las sombras a los dispositivos sociales involucrados en estos procesos” (4).
Hay totalización cuando se alude a estas experiencias como “precocidad desventajosa” (5), colocando en la edad –como rasgo universal– la única causa de un destino inevitable. Esta argumentación asiste a una doble naturalización de lo social. Por un lado, al proponer a la edad como único determinante se invisibilizan los condicionantes sociales, económicos, culturales, políticos que se conjugan en una sociedad injusta en términos de clase, de edad, de sexo-género y de estado civil. Por otro lado, la totalización como procesos que conducen sólo a la desventaja biológica y de salud se erige sobre una conceptualización de adolescencia y de maternidad que se establece como naturalmente normal y como medida de todas las adolescencias. Por último, cuando se establece un único destino posible —la desventaja o la deserción escolar— se parte de la concepción de quienes viven estos procesos como víctimas pasivas de lo que les toca vivir.
La totalización no advierte las múltiples trayectorias y sentidos que se generan a partir de los embarazos, las maternidades y paternidades. Los adolescentes exponen líneas de fuga y resistencias que se despliegan aun en contextos altamente selectivos y violentos.

¿Dejar, continuar o volver?

Algunos trabajos que mantienen su hegemonía en la actualidad presentan a la edad temprana en la cual se dan estos embarazos, maternidades y paternidades como la única causa de las consecuencias negativas y como preludio de una única experiencia escolar posible: la deserción. Las experiencias de los adolescentes y jóvenes se alejan de los pronósticos que vaticinan un destino inevitable. A través de una serie de trabajos de campo constaté que la desescolarización no es la única posibilidad y, al mismo tiempo, que cuando se da la desescolarización no es la edad su única causa ni su determinación necesaria. Las condiciones de vida hostiles, las necesidades laborales y familiares, la conyugalidad y los contenidos que adquieren sus experiencias escolares antes de sus embarazos, maternidades y paternidades se exponen como algunos de los motivos que se conjugan en el abandono escolar.
Al indagar los obstáculos, los facilitadores y las estrategias que se producen para la continuidad o la vuelta a la escuela a partir de un nacimiento se advierte cómo operan los hilos que conforman la trama social e institucional en la que se alojan estas experiencias.
Un hito significativo en Argentina fue la sanción de la Ley Nacional 25.273, sancionada en el año 2000, que crea un régimen especial de inasistencias para embarazadas, alumnas madres y alumnos padres de escuelas medias. Este instrumento jurídico, junto a otros, establece la responsabilidad del Estado en garantizar el derecho a la educación y el compromiso en adoptar mecanismos que favorezcan la escolaridad de quienes atraviesan estas situaciones. Las leyes –que se particularizan en algunas jurisdicciones– y las políticas educativas en esta temática evidencian la dimensión política-institucional de estas experiencias.
Asimismo, es sabido que, si bien estos instrumentos resultan fundamentales para la concreción del derecho a la educación, no resultan suficientes. De modos más o menos explícitos se presentan prácticas institucionales que conllevan discriminaciones y exclusiones. En las instituciones, y no solo en las escolares, circulan discursos estigmatizantes y culpabilizadores que expulsan. Los relatos de algunas adolescentes y jóvenes hablan de escuelas con estructuras rígidas que no se amoldan a las necesidades e intereses de quienes transitan por ellas, instituciones en las que algunas de ellas se sienten ignoradas, condenadas o “invitadas” a retirarse a la crianza de los hijos.
Al mismo tiempo, las experiencias diferentes exponen la potencialidad de las prácticas institucionales-pedagógicas que dan lugar a la construcción de estrategias que tornan posible la continuidad escolar. En las historias relatadas por las adolescentes se menciona la producción de estrategias pedagógicas específicas, la asignación de inasistencias justificadas, horarios más flexibles y la habilitación de espacios de reflexión en torno a las maternidades y la escolaridad. También se destacan aquellas escuelas y docentes que escuchan y miran lo que les sucede a sus alumnos, que los registran, que tejen en el día a día estrategias para asegurar ciertos bienes indispensables para continuar los estudios (vivienda, comida, transporte, pañales, turnos en hospitales, entre otros).
En este punto resulta significativa la transformación generada por la visibilización de los alumnos padres. Su inclusión como destinatarios de estrategias institucionales no sólo devino en una mayor igualdad –algunos dejaban su escolaridad para cumplir el mandato social de varón proveedor– sino que el nombrarlos y visibilizarlos conlleva a sentidos y prácticas más igualitarias entre los sexos-géneros, en tanto se reconoce que estos procesos no son sólo cosa de mujeres.
Las transformaciones normativas, de políticas públicas e institucionales-pedagógicas inciden en las formas que adquieren las experiencias sociales y escolares pero no abarcan todas las dimensiones que se anudan a estos procesos. Las configuraciones familiares, de parejas y los lazos con los pares también juegan diferencialmente. En estas dimensiones también se advierte lo social y lo político. En las relaciones entre los sexos-géneros, entre las generaciones, se evidencian las persistencias y tensiones de la distribución diferencial de bienes materiales y simbólicos que producen y reproducen el statu quo y que inciden en la escolaridad.
En esas relaciones circulan sentidos y estrategias que, lejos de ser construcciones individuales, se vinculan con relaciones de poder que inciden en las experiencias sociales y escolares de quienes viven estos procesos. Un hecho significativo es, por ejemplo, la conyugalidad. Para la mayoría de las adolescentes que viven en pareja (y en contextos de marginalización urbana) esta situación suele devenir en un dispositivo de encierro en el cual las mujeres quedan subordinadas a las decisiones y permisos de los varones. Así, la escolaridad se encuentra fuertemente condicionada más por las relaciones de sexo-género en la pareja que por los embarazos o nacimientos de los hijos.
Ni las trayectorias ni los itinerarios escolares se encuentran pre-establecidos. A partir de estos acontecimientos se producen diferentes experiencias en las que se profundizan vulnerabilizaciones, se generan otras nuevas y también se construyen nuevos sentidos y estrategias que abren horizontes desde los cuales se re-significa la escolaridad.

Ni colorín, ni colorado

Los embarazos, las maternidades y paternidades empujan fronteras, las desafían; toman diferentes formas en las tramas sociales-institucionales en los que tienen lugar. Las condiciones de vida, las formas familiares e institucionales, las relaciones sociales señalan diferentes intersecciones que complejizan el mapeo de estas experiencias. Universalizarlas lleva a prácticas que producen violencias, desamparos y fragilizaciones al desconocer las diferentes dimensiones que se combinan.
Las voces y experiencias de las y los adolescentes y jóvenes que atraviesan estas situaciones ponen sobre la mesa aquellas dimensiones que algunos insisten en “olvidar”. El vínculo entre los embarazos, las maternidades y las paternidades y la escolarización no está escrito. La posibilidad de continuar o volver a la escuela requiere el trabajo coordinado desde diferentes instituciones. La trama social e institucional opera de manera desigual, lo que implica un desafío –y por qué no, un compromiso– para la producción de prácticas más democráticas, igualitarias y justas.
1. Population Action International, La educación de las niñas: desigualdades y progresos, Washington, PAI, 1998.
2. Las estadísticas oficiales refieren a la fecundidad adolescente. En este sentido, se cuenta con datos sobre la escolaridad de las mujeres que tuvieron hijos nacidos vivos entre los 10 y 19 años. Los datos no captan las paternidades adolescentes. Tampoco los embarazos: resulta dificultoso medir aquellos que no llegan a término, en gran parte porque en Argentina está penalizado el aborto.
3. En este artículo se retoman algunos hallazgos de la investigación que dio origen a mi Tesis de Doctorado en Educación (FFyL-UBA): “Maternidades adolescentes y escolarización: experiencias sociales y escolares en contextos de marginalización urbana”, dirigida por la Dra. Ana María Fernández (2012).
4. José Antonio Castorina, “Naturalismo, culturalismo y significación social en la psicología del desarrollo” enCuadernos de Pedagogía Nº12 del Centro de Estudios en Pedagogía Crítica, Rosario, Libros del Zorzal, 2004.
5. Ana María Fernández, Las lógicas sexuales: amor, política y violencias, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009.


Visibilizar

“En las escuelas se han incorporado ciertos programas que permiten identificar y gestionar las alumnas embarazadas o madres y padres jóvenes dentro de las aulas. Esos jóvenes han tenido acceso a ciertos derechos a través de programas específicos, que de alguna manera reconocen estas realidades dentro de las escuelas. Hay que visibilizar estas posibilidades para garantizar realmente el acceso a los derechos.”
(Luciana Lavigne, antropóloga e investigadora del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA)

Doctora en Educación (FFyL-UBA). Autora de Embarazo y maternidad adolescente en la escuela media: una discusión sobre las miradas deterministas de las trayectorias escolares de adolescentes embarazadas y madres en contextos de pobreza, Miño y Dávila, Buen


Fuente: http://www.eldiplo.org/index.php/archivo/169-que-quiere-la-clase-media/maternidad-paternidad-y-embarazo-en-la-escuela/


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