Retomando las distintas vertientes que tuvieron lugar a partir del momento en que la psicología norteamericana volviera la mirada sobre la cuestión de "la mente", les dejamos unos artículos relacionados con la propuesta de Jerome Bruner sobre las distintas "modalidades" del pensamiento. La importancia y la potencialidad de la narrativa, y nuestra capacidad como seres humanos de elaborar y comprender los relatos. La relación entre Narrativa y Cultura y a su vez con la Memoria, los modos de pensar, la posibilidad de crear y de conformar la propia identidad también pueden rastrearse entre estas líneas. Ojalá les sirva como disparador para reflexionar sobre este último tramo.
Contarse a sí mismo
El autor afirma que la narrativa, entendida como una de las dos modalidades posibles del pensamiento, es sostén de la identidad personal, y cuando un evento no puede ser asimilado en la historia que cada uno se narra a sí mismo, surge un síntoma psicopatológico.

La narrativa es uno de los temas emergentes más fascinantes de la psicología contemporánea. El interés que la narrativa ha despertado en los teóricos proviene, creo, del hecho de que, al adoptar la psicología una perspectiva no empirista, constructivista o posmodernista, la comprensión de cómo la experiencia humana influye en nuestro percibir el mundo que vivimos a cada instante pasa a ser uno de sus problemas fundamentales.
Uno de los maestros teóricos del movimiento narrativo en psicología, el psicólogo cognitivo Jerome Bruner –en sus dos libros fundamentales, Realidad mental y Mundos posibles y actos de significado– resuelve, en forma sencilla y exhaustiva, un problema teórico fundamental con respecto al funcionamiento de la mente humana: la propuesta de Bruner es que hay dos maneras diferentes de conocer; dos modalidades de funcionamiento cognitivo, de pensamiento, y cada una de ellas nos entrega modos característicos de construir la realidad. Estas dos modalidades de pensamiento no se pueden reducir una a la otra sin el riesgo evidente de pérdida de la riqueza que encierra su diversidad. Aun más, estas dos maneras de conocer son autónomas, tanto en sus principios de funcionamiento como en los criterios de verificación del conocimiento que alcanzan.
Las modalidades de pensamiento que Bruner distingue son el modo de pensamiento paradigmático y el modo narrativo. La modalidad paradigmática o lógico-científica, como la define Bruner, intenta ser un sistema matemático formal de descripción y explicación. La metáfora para entender este pensamiento es la computadora. Actualmente sabemos mucho de este pensamiento paradigmático y de su función, tanto en los adultos como en los niños. Con este pensamiento es que resolvemos la mayoría de los problemas prácticos de la vida diaria. Para la mayoría de las personas es el único tipo de pensamiento que hay. Y hasta hace 10 a 15 años los psicólogos también creían lo mismo.
El modo de pensamiento narrativo –nótese que Bruner también lo describe como pensamiento– es por cierto menos conocido. Sin embargo, es el tipo de pensamiento más antiguo en la historia humana. Probablemente preexistió al pensamiento paradigmático. El pensamiento narrativo consiste en contarse historias de uno a uno mismo y a los otros; al narrar estas historias vamos construyendo un significado con el cual nuestras experiencias adquieren sentido. La construcción del significado surge de la narración, del continuo actualizar nuestra historia, de nuestra trama narrativa. Es una actividad humana fundamental. Todos lo hacemos.
Humberto Maturana, en su último libro, Origen de lo humano en la biología de la intimidad (en prensa), y en comunicaciones personales con el autor de este artículo, también ha descrito estas dos modalidades de pensamiento. Desde su Teoría Biológica del Conocer, los llama razonar lineal y razonar sistémico.
A cada modo de pensamiento corresponde un tipo de abstracción. Mientras que el pensamiento paradigmático llega a ser abstracto debido a que está interesado en los aspectos conceptuales más universales o generales, la capacidad abstractiva del pensamiento narrativo surge de su interés por lo particular. Como lo señala Bruner, este pensamiento “se ocupa de las intenciones y acciones humanas y de las vicisitudes y consecuencias que marcan su transcurso”. Para el escritor James Joyce, “las particularidades del relato son epifanías de lo ordinario”. El contar historias es un procedimiento opuesto al pensamiento paradigmático, ya que la historia surge de lo que es absolutamente particular, de lo que es sorpresivo, inesperado, anómalo, irregular o anormal. Cosas que no deberían pasar y pasan. Eventos que se apartan totalmente de lo establecido.
La abstracción del pensamiento narrativo surge de las imágenes. El pensamiento narrativo es un pensamiento de imágenes que no sigue una lógica lineal, sino analógica: funciona por analogía, por semejanzas. Las imágenes se juntan unas con la otra y se ponen en secuencias por semejanzas de contenido, por similitud de tonalidades emotivas. Nicanor Parra, en su poema “El hombre imaginario” (ver recuadro), muestra lo que es esta abstracción narrativa. Las imágenes que contiene evocan inmediatamente la historia de toda una vida.
Sí mismo es otro
En el enfoque cognitivo posracionalista del psicoterapeuta y teórico italiano Vittorio Guidano estaba implícita la modalidad narrativa, tanto en la conceptualización de la psicopatología como también en la psicoterapia. En su libro Desarrollo de la terapia cognitiva posracionalista, intenta introducir formalmente el tema de la trama narrativa en su modelo terapéutico y se enfrenta al problema de relacionar el cambio humano, la identidad personal y la narrativa personal.
Para un mejor entendimiento de lo que es la identidad personal tenemos que hacer referencia a lo que es un sistema que se autoorganiza, un sistema determinado en su estructura, como diría Maturana, que organiza su experiencia de realidad. Guidano sostiene que un sistema de este tipo mantiene, por todo el ciclo de vida, la unidad de sí mismo como sistema, es decir: el sistema mantiene lo que se llama su identidad. Para este autor, la identidad no es estática; la identidad es precisamente una construcción y no una representación, como lo plantean los enfoques racionalistas. Para Guidano, la construcción de la identidad personal significa la tarea de individualizarse y de diferenciarse respecto de un mundo, lo que siempre implica una manera de ver el mundo y, lo que es más importante, una manera de sentirse en él. Guidano señala que desde el primer momento cada acto de identidad, cada acto de individualizarse respecto de lo otro implica siempre la elaboración y construcción de un significado personal. ¿Cómo ocurre esto?
Guidano señala que “la construcción de un significado personal es una actividad que, desde el inicio del desarrollo humano, corresponde a un proceso de secuencialización de eventos significativos”, es decir, juntar secuencias de conjuntos de eventos prototípicos que son significativos desde el punto de vista de la activación emotiva del sujeto. Al poner en secuencia estos conjuntos de eventos –las imágenes, combinadas y recombinadas entre ellas– se llega a desarrollar una configuración unitaria, y a través de ella es que se puede ver un mundo y sentirse en él.
Este autor advierte que “la manera como se ve la construcción de una visión del mundo no es algo puramente intelectual: cada secuencialización de eventos y escenas comporta también una activación del mundo emocional, y el reverberar de eventos prototípicos corresponde al reverberar de modulaciones emotivas específicas. Esta configuración unitaria de conjuntos de eventos, imágenes, etcétera, desde un comienzo empieza a transcribir todas las características que podemos decir de una historia. Secuencializar los eventos es interpretarlos. Secuencializar los eventos en imágenes y escenas significa interpretarlos, significa darles nuevos términos, darles una trama narrativa”.
Alasdair MacIntyre, en su libro Tras la virtud, usa la expresión “unidad narrativa de la vida” cuando se refiere a esta trama narrativa que es la continuidad unitaria del sentido de uno mismo. La secuencia de imágenes que la constituye no es algo más que el mantenimiento de la coherencia y la continuidad de la propia historia de vida. Para Guidano, el sentido de uno mismo coincide con la coherencia interna de esta historia de vida única, de la cual uno es el personaje principal, que uno interpreta y vive cada día.
Guidano sostiene que este personaje va cambiando de acuerdo con lo que va ocurriendo en su historia; el personaje tiene que modularse con los acontecimientos que caracterizan su vida. En la vida de cualquier persona es inevitable que ocurran eventos impredecibles, en cada día, en cada momento. Cualquiera de ellos cambia nuestro modo de vida, cambia nuestras expectativas, y ese evento continuará siendo perturbador hasta que logre integrarlo en la historia de mi vida. Así ocurrirá lo que señala Paul Ricoeur en su libro Sí mismo como otro: “Lo casual se vuelve destino”. Para Guidano, lo casual se ha involucrado en la secuencia de eventos de la historia y, al mismo tiempo, el sentido perturbador que se ha experimentado cuando el evento impredecible se produjo se ha transformado en un matiz más del cual se puede experimentar el sentido de continuidad y de unicidad de mi historia de vida.
Textos quebrados
Puede ocurrir que, en la vida de una persona, un evento o una serie de eventos no pueden ser asimilados en su historia de vida. Ese evento que no ha sido procesado ni elaborado es lo que se va a transformar en un síntoma psicopatológico. Por ejemplo, la no asimilación de una experiencia de haberse decepcionado del padre por parte de una adolescente puede disparar en ella un episodio anoréxico agudo. O bien, experiencias de rechazo no reconocidas en un hombre de mediana edad gatillan una reacción depresiva severa.
Desde este enfoque, la psicopatología se plantea en términos de perturbaciones en la continuidad de la trama narrativa: eventos que gatillan perturbaciones emocionales permanecen sin ser integrados a la historia de vida del sujeto.
Desde una perspectiva posracionalista, la psicopatología no se ve en términos de contenido. Si compartimos la idea de que el sistema humano es un sistema que se autoorganiza, no podemos ver entonces lo normal, neurótico o psicótico en relación con categorías que hagan referencia a una realidad externa objetiva. Desde la posición constructivista y posracionalista, se ve lo normal como la capacidad que tienen las personas de adaptarse en función de su flexibilidad en las diferentes situaciones de vida. Los neuróticos serían aquellas personas donde la flexibilidad está disminuida y que, por lo tanto, mantienen puntos de vista rígidos y no generan teorías que les permitan integrar los eventos perturbadores a su trama narrativa. En la psicosis se ve una interrupción absoluta del proceso de continuidad de la trama narrativa.
La psicoterapia tendría que ser visualizada como un proceso en que la persona, a través de repetidas reconstrucciones, pueda ir integrando esos eventos que son vividos como extraños a sí misma, como es el caso del neurótico, o que han interrumpido totalmente la continuidad de la trama narrativa, como es el caso de los psicóticos. De esta manera se facilita la reorganización que la persona pueda hacer de la historia de su vida. Este trabajo terapéutico se realiza en sesiones en las que el paciente trabaja y colabora activamente en la reconstrucción de la secuencia de eventos y situaciones perturbadoras. Pero, por sobre todo, la terapia no incluye los psicofármacos, ya que éstos no aportan nada a la reorganización de la manera como la persona está construyendo su significado personal. Por el contrario, su uso, casi en la totalidad de los pacientes, es incompatible con la psicoterapia. Incluidos los psicóticos.
* Director del Instituto de Terapia Cognitiva (Inteco), de Santiago de Chile. Texto extractado del artículo “La narrativa en la terapia cognitiva posracionalista”.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-146404-2010-05-27.html
Cuénteme un cuento / 1
Esta columna podría subtitularse Los milagros del story-telling, pues trata de los múltiples usos del relato en los más diversos campos y de sus prodigiosos efectos. La práctica de contar historias es una nueva modalidad de comunicación que actualiza las estrategias de la persuasión y desarrolla y profundiza las técnicas de la propaganda, utilizando los recursos del universo narrativo para crear una estructura receptiva y un clima emocional favorables al logro de los objetivos de quien lo utiliza. Surgido en las universidades americanas a finales de los noventa, comienza a producir frutos bibliográficos con el siglo XXI. Las obras de Stephen Denning, Nash Christopher, Francesca Poletta, David Snowden y Marie Laure Ryan, y, entre los franceses, Eddie Soulier, Le story telling. Concepts, outils et applications (2006), y Christian Salmon, Story telling (2007), son una excelente iniciación. ¿Cuándo va a decidirse una editorial española a ofrecer alguno de ellos a nuestros estudiantes?
Pronto hará seis lustros que Roland Barthes, con la agudeza y la pertinencia analítica que le eran propios, presentó (Introducción al análisis estructural del relato, Seuil, 1981) la narración como uno de los más eficaces instrumentos de conocimiento. Las virtualidades que atribuye al relato -"los cuentos del mundo son innumerables", escribe- se agregan al hecho de que haya acompañado a la humanidad desde sus mismos orígenes y de que no quepa imaginar, según él, ni comunidad ni pueblo sin una narración que les haga simbólicamente existir. Cuentos, fábulas, relatos, crónicas, reseñas, memorias, historias, baladas, hablillas, epopeyas, confesiones... son los soportes y ejecutores de la narración, como responsable de la institución emblemática de la realidad.
La narratología que Tzvetan Todorov (Grammaire du Décaméron) y Gérard Genette (Discours du récit) desarrollaron en las décadas de los sesenta y setenta quiso ser una verificación de las propuestas de Barthes y Greimas y ha funcionado como banco de pruebas de la efectividad del relato. Sin entrar en la descripción de un periplo que desborda las posibilidades de esta modesta columna, y renunciado a explorar las complejas diferencias entre la narratología clásica de condición puramente estructuralista y la posclásica que incorpora el contexto al análisis textual, es importante señalar con Gerald Prince (A Grammar of Stories) que, después de la fase clásica dominada por el tratamiento lingüístico narrativo, la narratología se abre a todo tipo de objetos, acontecimientos y procesos convirtiéndose en el antecedente directo de los practicantes del story-telling. Cuando éstos la utilizan en ámbitos tan diversos como la economía, el deporte, el ejercicio militar, la teología, el derecho, la medicina, el marketing, la psicología, la empresa, la política, las ciencias sociales están sirviéndose del saber narratológico de los padres fundadores europeos. Esta voracidad del uso narrativo, esta multiplicidad vocacional del relato no debe hacernos olvidar que en estos tiempos de mesianismo capitalista, consecuencia del imperio del capitalismo de cruzada, los dos grandes referentes son la mercancía y sus consumidores. Movilizado por ese mecanismo que llamamos marketing, en cuyo centro están la gestión y las marcas, el logo, que ya había fagocitado los productos (Naomi Klein, No Logo: lo que se venden no son las mercancías, sino las marcas) se transmuta en su relato, en la historia que lo hace marca. Salmon, apoyado en las reflexiones de Laurence Vincent (Legendary Brands, 2002) y de Sergio Zyman (The End of Advertising as we know it, 2002) entre otros, concluye que la publicidad basada en la imagen de la marca ha sido sustituida por su historia (de la brand image a la brand story) y los consumidores efectivos de la narración han ocupado las posiciones de los consumidores potenciales del producto. De la mercancía a la marca y de ésta a su mito.
Este enaltecimiento del relato y de sus capacidades suasorias interviene en un momento en el que la ideología antiprogreso de los posmodernos, incluso en sus más eminentes representantes (Jean François Lyotard) han intentado y en parte conseguido abolir los valores y símbolos de la Ilustración y de las obras -los Grandes Relatos- que los expresaban. En esta situación la impetuosa emergencia de las prácticas narrativas nos reenvía a la perspectiva cognitiva de Jérôme Bruner (Por qué nos contamos historias, 2002) donde se insiste en la predisposición de los seres humanos para asumir los cuentos y, por tanto, en la necesidad de contárselos. El imperialismo narrativo que ello conlleva ha producido una absoluta literaturización de cualquier conjunto de textos, sean libros o publicaciones periódicas. En inevitable detrimento de los análisis de andadura científica y más aún de las obras de pensamiento, con lo que nuestros grandes pensadores son los literatos de éxito, confirmados por una información mediática, hecha de historietas y estampitas.
Fuente: http://elpais.com/diario/2008/02/02/internacional/1201906812_850215.html
Comentarios
Publicar un comentario