Dejamos un artículo que interesante para ir viendo cómo desde distintas teorías - todas cognitivas vale decir - son diferentes las explicaciones que se dan acerca de distintas cuestiones, incluida la lógica en el pensamiento:
Uno de los silogismos simples que existen es el denominado Modus Ponens, que se simboliza mediante
Parece evidente, ¿cierto? Pues Luria encontró que los individuos de las sociedades tradicionales tratan este tipo de silogismos Modus Ponens de manera muy diferente a la que supone la lógica formal, es decir, a lo que nosotros nos parece evidente. Las respuestas quedan generalmente enmarcadas en una lógica que no funciona en términos de las relaciones causales incluyentes, más bien al contrario, los individuos tienden a responder en términos de su experiencia cotidiana.
Lucien Lévy-Bruhl había observado ya ciertas características que diferencian la forma del pensamiento “civilizado” de aquellas encontradas en lo que en esa época se daban en llamar, sin ningún tipo de pudor, “sociedades inferiores”. Una de esas diferencias era el despreocupamiento intelectual ante la contradicción lógica.
El pensamiento antes de la lógica
Los orígenes de la conciencia
La mente humana ha experimentado una
interesante evolución a lo largo de su existencia. Al igual que el resto
de órganos de nuestro cuerpo, no es descabellado pensar a priori que
los mecanismos mentales que capacitan la actividad mental son fruto de
la evolución, de la adaptación al medio .
Pero cuando se habla de evolución
mental, probablemente la componente cultural tenga mucho más peso, por
lo que podemos suponer que la conciencia, tal y como la conocemos no
surgió con las mismas características en nuestros antepasados.
Vigotsky, psicólogo ruso de primeros del
siglo XX fundador de la psicología histórico-cultural, tenía una serie
de hipótesis según las cuales, el desarrollo de funciones mentales
superiores está ligado al desarrollo del medio social y cultural.
Vigotsky
también puede ser considerado como un precursor de la neuropsicología,
cuyo máximo exponente soviético es Alexander Romanovich Luria.
Luria realizó unas famosas expediciones psicológicas a principios de los
30 para investigar las hipótesis de Vigotsky.
Lo que Luria se encontró por el camino, y
que fue corroborado por investigaciones posteriores, es que los
individuos pertenecientes a “sociedades tradicionales” (por
diferenciarlas de algún modo de las “sociedades modernas”) no responden
utilizando modos silogísticos de razonamiento. Recordemos que un silogismo
es una forma de razonamiento deductivo que consta de dos proposiciones
que actúan como premisas, y una tercera que actúa como conclusión. Por
ejemplo:
- PREMISA 1: La lluvia es agua
- PREMISA 2: El agua moja
- CONCLUSIÓN: Si llueve, te mojas.
Uno de los silogismos simples que existen es el denominado Modus Ponens, que se simboliza mediante
- Si A, entonces B
- A
- Por lo tanto, B
Un ejemplo del cual sería:
- Si llueve, entonces te mojas.
- Llueve,
- Por lo tanto te mojas,
Parece evidente, ¿cierto? Pues Luria encontró que los individuos de las sociedades tradicionales tratan este tipo de silogismos Modus Ponens de manera muy diferente a la que supone la lógica formal, es decir, a lo que nosotros nos parece evidente. Las respuestas quedan generalmente enmarcadas en una lógica que no funciona en términos de las relaciones causales incluyentes, más bien al contrario, los individuos tienden a responder en términos de su experiencia cotidiana.
Estos sujetos no perciben los silogismos
como un sistema lógico unificado, no les atribuyen un carácter lógico
de afirmación universal, sino que convierten cada parte del silogismo en
algo parcial que no puede tener relación lógica con la otra frase y de
la cual se puedan extraer las correspondientes conclusiones. Sin
embargo, por concreta que sea, la experiencia cotidiana no se basta a
ella sola. En general, dicha experiencia es organizada a través de
categorías conceptuales en las que se mueve el razonamiento del
individuo y le permiten organizar el mundo.
La mentalidad prelógica de Lévy-Bruhl
Lucien Lévy-Bruhl había observado ya ciertas características que diferencian la forma del pensamiento “civilizado” de aquellas encontradas en lo que en esa época se daban en llamar, sin ningún tipo de pudor, “sociedades inferiores”. Una de esas diferencias era el despreocupamiento intelectual ante la contradicción lógica.
Las operaciones mentales, a las que
denomina Lévy-Bruhl operaciones lógicas, son las que organizan en buena
parte nuestras representaciones. Pero las representaciones tienen que
ser colectivas porque la mentalidad es social. Las representaciones
colectivas de los individuos civilizados suelen obedecer una serie de
leyes generales, como por ejemplo la ley de la identidad, la de la
contradicción, la generalización, la abstracción y la clasificación.
También utiliza la ley de la causalidad para organizar sus
representaciones y para explicar lo que ocurre en el mundo. Estas leyes
toman parte en la formación de conceptos y tienen un papel en la
inferencia, es decir, en los procesos mediante los que obtenemos
conclusiones basándonos en información conocida. Por lo tanto, podemos
considerar estas leyes como las operaciones más generales del individuo
civilizado.
¿Cuáles serían las operaciones más
generales de la mentalidad primitiva? Hay que considerar que las
representaciones no son exclusivamente cognitivas, sino que están muy
mediadas, en el caso de las culturas primitivas, por factores
emocionales y motores. Ello se debe a las circunstancias en las que
muchas de esas representaciones son adquiridas por los individuos en
situaciones especiales, social y psicológicamente críticas, como, por
ejemplo, las ceremonias de iniciación.
Memoria vs. lógica
Uno de los puntos que llamó la atención
de Lévy-Bruhl fue que el pensamiento de los individuos primitivos
parecía tener, por lo menos en ciertas tribus, un recurso constante a la
memoria, mucho mayor del que se encuentra en el pensamiento civilizado,
y que vendría a convertirse en soporte vital del pensamiento primitivo.
Mientras que el individuo civilizado confía en parte al ordenamiento
lógico de los conceptos el papel de herramienta para recuperar
información, el sujeto primitivo registra en un cierto orden en su
memoria las representaciones, y ese orden memorizado sirve
eventualmente, no sólo para recuperar una representación en particular,
sino para inferir a partir de una representación la siguiente.
Lévy-Bruhl
atribuye a la mentalidad primitiva una carencia para las operaciones
lógicas en sentido estricto, u “operaciones discursivas del
pensamiento”. La conclusión a la que llega es que el conjunto de hábitos
mentales que excluyen el pensamiento abstracto y el razonamiento
propiamente dicho parecen encontrarse en un gran número de sociedades
“inferiores” y constituir un rasgo característico y esencial de la
mentalidad de los primitivos.
Los principios de contradicción y de
identidad son operaciones discursivas características del pensamiento
del individuo civilizado, y son, desde luego, principios lógicos. Estos
no están presentes en el pensamiento primitivo, sino que en lugar de
ellos está una “ley de la participación”, que es una forma de mediar
entre la identidad y la contradicción. Una mentalidad gobernada por la
ley de la participación es lo que llama Lévy-Bruhl “una mentalidad
prelógica”. No antilógica, ni alógica, puesto que no se complace en
explotar las contradicciones, ni carece de cualquier lógica. Al
caracterizar de esta manera la mentalidad primitiva, se refiere
Lévi-Bruhl a las representaciones colectivas, pero no a las operaciones
mentales de los individuos, que en muchos terrenos prácticos son
perfectamente lógicas.
Lo no evidente no importa
Otro tema que pone Lévy-Bruhl de
relevancia en la mentalidad primitiva es la supuesta falta de atención y
de interés por las causas que no sean inmediatamente evidentes. Cuando
una causa no es evidente, el individuo pre-lógico no se preocupa de
buscarla activamente, sino que explica el suceso en cuestión aludiendo a
poderes místicos. Estos agentes causales son fuerzas ocultas, para las
que no cuentan, ni las restricciones lógicas, ni las de tipo temporal o
espacial, que son las que soportan las representaciones del individuo
civilizado.
En este sentido, dice Lévy-Bruhl, la
mentalidad primitiva es mística, se explican mediante estas
intervenciones la enfermedad, los accidentes, la muerte, la sequía, la
mala cosecha, que en muchos casos y culturas se atribuyen por ejemplo a
brujería o dioses enfadados. Según Lévy-Bruhl, en la mente primitiva los
objetos perceptibles y las fuerzas invisibles confluyen. Las entidades
místicas y la percepción no están separadas en los actos cognitivos, de
modo que no se puede decir que esas entidades místicas no sean
perceptibles, porque para el perceptor lo son. La distinción entre “lo
dado” y lo percibido es inapreciable para el sujeto.
Pre-lógico no significa incoherente
La diferencia fundamental entre el
pensamiento pre-lógico de la mentalidad primitiva y el pensamiento
lógico occidental reside, según Lévy-Bruhl, en el enraizamiento del
primero en la esfera de las emociones y los sentimientos que sirven de
ejes mayores a las representaciones colectivas, esto es, a las ideas que
los miembros de un grupo social comparten y que son impuestas desde el
exterior. Sin embargo, y contrario a la corriente evolucionista,
Lévy-Bruhl no consideraba el razonamiento pre-lógico como un defecto o
como producto de la estupidez o como forma rudimentaria de la nuestra,
como un razonamiento inferior, comparable al de los niños del mundo
civilizado, como hizo Tylor de alguna manera en Primitive Culture, al
considerar la cultura como una sucesión de estadios desde lo salvaje a
lo civilizado.
Según Lévy-Bruhl, si vemos la mentalidad
primitiva tal como ella se manifiesta en sus propias instituciones,
dicha mentalidad aparecerá como normal en las condiciones que ésta se
ejerce, como compleja y desarrollada a su manera. Hacia el final de su
carrera, escribió, en una carta a Evans Pritchard, que el hecho de que
los hábitos mentales de los individuos primitivos sean diferentes del de
los individuos civilizados, no significa que ambos razonen de manera
diferente, su pensamiento no es ni más ni menos lógico y reconoce que
quizás el término pre-lógico había sido desafortunado, ya que definía
claramente al pensamiento primitivo como coherente.
La heterogeneidad total que Lucien
Lévy-Bruhl encuentra entre lo que él denomina el pensamiento “prelógico”
y el pensamiento occidental, excluye toda posibilidad de relacionarlos
en algún sentido. En virtud de que se rigen por reglas diferentes, el
pensamiento occidental se enfrenta a la imposibilidad de comprender la
“mentalidad primitiva”, ya que ésta se encuentra regida por la “ley de
participación”. Esta ley, que se refiere a la propiedad del pensamiento
primitivo de penetrar en la naturaleza a través de una “experiencia
mística”, no tiene correlato en la “explicación” de tipo científico que
domina la mentalidad occidental.
Desde el evolucionismo, la distancia
entre magia, religión y ciencia es mera cuestión de tiempo: los
primitivos tendrán que superar algún día sus estadios fetichistas,
politeístas o de falsa conciencia y lo lograrán gracias a la uniformidad
de fondo del género humano: la unidad de su espíritu. El esquema
heterogéneo levanta un muro infranqueable entre el primitivo y el
occidental, y si ambos pensamientos coexisten, lo mismo da, puesto que
no podrán establecer comunicación.
@filotecnologa
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